No huyan.

No teman de la oscuridad que aquí se pueda encontrar. No come a las personas, no las absorbe. Sólo formarán parte de un mundo loco.
Entre sin miedo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Me quedo quieta, sola; de pie.Espero una respuesta a la pregunta jamás hecha...

¿Por qué?
(Parte primera: Cuando el amor llama a tu puerta y tú no tienes fuerzas para responder...)
Oir su voz es aturdidor. Me confunde y me distrae. Me deja tendida a un borde de las sombras del pasado que quieren llevarme de nuevo con esos horribles recuerdos a los que yo ya negué visión en mi cabeza, los quiero olvidar para siempre. Parece que es imposible.
- Pa... Patrick... - susurro.
- Mía, cuánto tiempo sin verte. Te he echado tanto de menos... - él se acerca a mí. Tengo el impulso de correr pero mis piernas no responden a mis nervios. Es como si algo se hubiese interpuesto entre su conexión. Sé que es la influencia suya. Su dedo corazón e índice rozan mi mejilla. Su tacto es tan cálido y suave... - Y yo aún te quiero...
- Mientes. Siempre lo has hecho.
- ¿Qué te hizo pensar eso? - su rostro angelical se coloca a apenas diez centímetros delante de mí. Sus ojos azules penetran en mi alma y noto como mi rostro se relaja, como me envuelve su presencia; me tiene controlada.
No me doy cuenta de cómo la gente abandona la sale; incluida, Valeria. Nos quedamos solos en ese cuarto casi a oscuras.
- Pues... - tengo los labios secos. Me los humedezco con la punta de la lengua y Patrick entiende mal: me besa. Me aparto con fuerza pero su mano es más ágil y me atrapa, me secuestra con su cuerpo y me obliga a mirarle a los ojos. - Porque me usaste. Porque tú nunca me quisiste, Patrick. ¡Admítelo! Cuando estábamos juntos "intimidando" apagabas la luz para no verme, - comienzo a enumerar - nunca me miraste a los ojos y si lo hacías era de reojo, tú decías cuando debíamos hablar y cuando no, me quitabas las ilusiones con tus palabras, me traías a la realidad para hacerme sufrir y me trataste cual... cual desecho humano. Me... Me... Me maltr...
- ¡Te cuidé! - gritó. Sus manos se hunden con fuerza en mis costillas. Dolor; otra vez. - ¡Yo te dí todo lo que jamás tú tuviste! ¡Más que nadie! No te das cuenta de que el simple hecho de besarte, ¡era un gran favor! Por favor, eres una desconsiderada... - frunce el ceño y su rostro se torna agresivo, su voz amenazadora y sus palabras, cuchillos. Me apreta más contra él, hunde sus dedos en mi piel y la retorció. No pude reprimir un chillido. La música me lo acalla. - Debería haberte enseñado mejor a no irte cuando tuve ocasión. - Su mano se levanta con ansia. Me encogo, me escondo dentro de mi ser para no sentirla.
Imposible. Jamás se puede huir del dolor por mucho que trates de dejarlo a un lado. Siempre va a estar ahí. Y es lo que yo vuelvo a sentir cuando su mano toma contacto con mi rostro. Es volver al pasado, a esa época en la que dormía con miedo a no despertar jamás; cuando tenía miedo de llegar tarde a casa o de no tener sus cosas listas a tiempo. Cada fallo podía costarme la vida; todo era peligroso cuando estaba con él. Y ahora me vuelvo a acordar de ese horrible sufrimiento, de ese sabor a hierro en la boca.
Vuelvo a sentir su amor chocar contra mi cara.
- ¡ERES MÍA! ¿Cuándo te va a quedar claro, joder? Si no te hubieses ido de mi lado, ¡esto no estaría pasando! - me chilla. Sus manos se dirigen hacia mi garganta y mi espalda choca contra la pared. Me gana en fuerza, en masa muscular; en todo. Le sobra una mano de mi cuello que la dirige a acariciarme el rostro. - Sabes que yo no te quiero hacer daño... Que sólo quiero que te quedes conmigo. Pero tú, ¡no lo pones fácil! - su mano libre abofetea mi mejilla. Con la fuerza con la que me sujeta por el cuello apenas puedo dejar que mi cabeza siga su inercia y gire. Ya no siento el suelo bajo mis pies. - ¡Joder! ¿Por qué lo haces todo tan difícil? ¡Con lo fácil que es quedarse en un buen hogar!
- ¡Tú no me quieres! - grito. Trato de defenderme pegándole en el pecho con los puños pero apenas me quedan fuerzas, no le hago nada. - ¡Nunca lo has hecho! ¡Sólo has sabido maltratarme! - Su puño se encuentra con mi estómago, inevitablemente le escupo sangre a la cara.
- ¡Da igual que te quiera o no! ¡Eres mía! Sólo mía, ¿sabes? - su voz disminuye el volumen. - Te quiero. Siempre te he querido, Mía.
- Mentira.
Sus dedos se funden en mi cuello y noto como topan con la Aorta y la Yugular. No parece que vaya a disminuir la presión sino queinsiste en mover los dedos sobre ellas. Duele. Me ahoga. Sus puño libre apreta el lugar dónde se encuentra mi corazón. Sus dedos se hunden, parece que quiera arrancarme el corazón. No es la primera vez que lo hace, no es la primera vez que dice que algún día se comerá mi corazón para que estemos siempre juntos.
Yo no quiero.
- Eres mía, sólo mía.
Voy a jugar mi última carta.
- Sí, soy Mía. M-Í-A. Pero yo no soy TUYA. - Con las pocas fuerzas que me quedan le proporciono una patada en su intimidad.
Y me suelta de un golpe para retorcerse de dolor. Aprovecho que está de rodillas en el suelo para huir. Me llevo las manos al cuello para tratar de calmar el dolor y permitir que el aire entre mejor al cuello. Corro a duras penas hasta la puerta y uso el resto de mis fuerzas para tratar de abrir la puerta. Está cerrada; por fuera. Grito con insistencia suplicando ayuda, sé que nadie me va a abrir.
Un grito tras de mí me insta a girarme. No es buena idea. Patrick se lanza sobre mí y, agarrándome por los hombros, choca mi cabeza contra el frío suelo de mármol. Cinco veces. Desearía que me proporcionase ya la muerte pero sé que no se me dará ese gusto. Coloco mis manos en su pecho y empujo con fuerza, con la poca restante. Imposible. No hay forma humanda de quitarlo de encima. Con una mano agarra mi brazo derecho y tira con fuerza de él. Grito de dolor, del intenso sufrimiento que el dislocamiento de mi hombro supone.
- Eres una zorra malnacida... - se ríe. - Si quisieses vivir me hubieses matado en el instante que tenías la pistola ese último día que nos vimos. Pero no lo hiciste. Cobarde.
- No lo hice porque te quería... - sollozo.
- Y porque lo sigues haciendo. - Su mano vuelve a mi cuello - ¡Y ese es el peor error que puedes cometer en tu vida!
Su mano derecha se dirige atrás y saca algo. Brilla con la escasa luz del ambiente. Un cuchillo.
- ¡No! - grito - ¡No lo hagas, por favor! - me falta el aire - ¡Volveré contigo pero no me mates! - las lágrimas se deslizan por mis mejillas y llegan a su mano.
No me hace caso. El arma afilada cae directa sobre mi pecho y, de un fuerte empujón, lo baja hacia abajo. Me abre un gran corte en el pecho y lanza el cuchillo al otro lado de la sala. No puedo gritar porque la sangre llena mi boca y resbala por los lados. Las lágrimas sí salen, lloro por él; aún le quiero, sí. Mete su mano por el corte y busca algo. Yo no sé que es porque poco a poco la sala pierde su escasa luz y su rostro es ya casi una forma borrosa delante de mí.
Es cierto que el cerebro sigue vivo unos siete segundos después de que el corazón deje de latir. Lo último que vió mi dolorido cerebro fue a Patrick cumpliendo su promesa: hizo que los dos estuviesemos juntos para siempre, 
se comió mi corazón.

4 comentarios:

  1. De nuevo no se cómo haces para que me encanten tanto tus relatos ^^ Joder en serio, cuando saques un libro quiero que me lo dediques :P

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  2. Ah! esque no había leido la primera parte, sin palabras para las 2 en serio!!!! *0*
    Esque aunque sea sádico lo escribes de una forma que me encantaaaaaa. Joderr, ¿porqué escribes tan bien? Esto es frustrante... :'(
    Un besoo.

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  3. Williaam! tú si que escribes bien! no soy capaz de competir contigo :D
    hahaha sii, es inevitable... escribo sádicamente siempre xD no sé escribir cosas bonitas xD
    muchas gracias william!:D uuuy tomo nota! tengo muchas dedicatorias y tú estás entre ellas (: [si no te importa estar en un libro de asesinos]
    unbeseeeet!

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  4. Por supuesto que no!! :D para mi es un honor ^^ (L)

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