No huyan.

No teman de la oscuridad que aquí se pueda encontrar. No come a las personas, no las absorbe. Sólo formarán parte de un mundo loco.
Entre sin miedo.

domingo, 6 de febrero de 2011

Fusionémonos.

Su violín sonaba con dolor y desesperación. Estaba sentada sobre la roca cerca del lago donde la había encontrado la últma vez. Su pelo negro ondeaba al viento soltando ligeras gotas de agua que resplandecían por brillo propio ante la luna llena que reinaba en la luz del claro. Podía sentir como ella tenía los ojos cerrados para disfrutar de cada nota que escapaba por sus manos, por sus dedos, por su dulce música.
¿Todavía estaría enfadada? Él sólo había hecho lo que su hermana menor le había pedido. Pero ella no quería volver... ¿O sí? Era la primera vez que veía alguien como él y se sintió extraño al notar sentimientos contradictorios a los suyos... O, incluso, iguales con diferentes matices. Si pudiese sudar, seguro que ahora mismo estaría empapado. Si pudiese sonrojarse, seguro que estaría rojo de vergüenza. Si pudiese hablarla, lo haría.
Piensa en dar un paso al frente pero sus rodillas tiemblan. Piensa correr pero una presión lo retiene. Cree poder rozarla en su distancia de cinco metros pero sabe, que aunque puede expanderse, sus moléculas acuosas se desharían al tocarla. Por un momento, recapacita sobre si a ella le pasa lo mismo cuando piensa en él. Pero, ¿qué dice? ¿Por qué tendría ella que pensar en él? Y, ¿por qué no? ¿Acaso no es lo suficientemente bueno para ella? ¿Quién se creía?
Estaba perdiendo la cabeza.
- Danna - la llama - ¿por qué no te vienes con nosotros? - su voz tiembla ligeramente al decir nosotros. Estaba harto de que Alex se llevase a todas las chicas de calle. Esperaba que con Danna, su encanto no funcionase. La quería para él solo. Sólo para él.
Al oír su voz, la música se distorsiona. Suenan unos acordodes que anuncian terror, miedo y odio. Se para de golpe y su cabeza gira ligeramente hacía él.
- Los de mi es... Nuestra especie no se relacionan con inmundes humanos.
Puede parecer idiota pero una ilusión crece en su pecho al escuchar que formaban de la misma especie. Eso podía darle oportunidades.
- Tu hermana sí que lo hace...
- Ella no es como yo. Además, le gusta que la necesiten. Sin el oxígeno que les da, no pueden sobrevivir.
- Los humanos son un setenta por ciento agua, Danna...
- Nosotros un noventa y nueve por ciento, Safiro. -  Su cuerpo se derrite ante sus ojos y se materializa en frente suya. Sus ojos color aguamarina son tan profundos como las profundidades del mar de donde viene y se esconde. - No somos humanos. Se creen que pueden controlarnos cuando a nosotros sólo nos gusta fluir y nadar. Nos gusta sentir la libertad en cada molécula de agua de nuestro acuoso cuerpo. - Sus manos juguetean con los blancos mechones de su agitado pelo. Cierra los ojos. Aún siente los de Danna contra su rostro. A Safiro le gustaría poder suspirar al sentir su manos fundirse con su pelo y colarse dentro de él. ¿Por qué se sentía así?
- Danna... - Nota como sus extremidades se vuelven acuosas. Piensa que se va a derretir ante su contacto. - ¿Qué... Qué me pasa? - Su voz comienza a llenarse del tono con sonido a agua que tanto le disgusta. Nota la presencia de Danna más cerca de su rostro, siente que sus manos se han fundido en completo con él. Sus nervios aumentan, su cuerpo se derrite con mayor rapidez. - ¿Qué... Qué m-me haces?
- Fusionémonos. Unámonos en uno. Fúndete con tu mismo ser, Safiro... - susurra la pelinegra contra la piel de su hombro. ¿Cómo ha llegado ahí? Pero si... - ¿No es lo que sientes? ¿No notas nuestra esencia juntarse?
No lo notaba. ¡Y tanto que lo notaba! Asustaba, daba miedo. Le gustaba. Le hacía sentirse vivo; su esencia, esa pequeña bolita interior que le hacía comprenderla, se expandía por su ser chocándose con otra alma acuosa. Chispas que saltaban hacía todos lados, roces y caricias eléctricas, aunque de forma contradictoria, los unían a ambos. La sentía tan cerca que casi podía admitir que latían al unísolo.
Y desapareció.
Dejándolo solo y desconcertado, abandonado y jadeando. 
El valle volvió a su oscuridad habitual.

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