No huyan.

No teman de la oscuridad que aquí se pueda encontrar. No come a las personas, no las absorbe. Sólo formarán parte de un mundo loco.
Entre sin miedo.

domingo, 23 de enero de 2011

Cada vez que una luz del cielo se apaga, muere una ilusión.

Hacía meses que no veía a la profe. Le habían dicho que estaba malita y se encontraba mal pero ya debería haberse curado. La echaba de menos. Ya no se podía calentar bajo los brazos de la señorita Lea. Ella era la única del pueblo que podía entenderlo cuando nadie lo hacía, ella lo cuidaba con esmero y le daba esperanzas e ilusiones para seguir jugando y luchando por vivir y respirar.
Aunque sí la veía cada día sentada en la base de un tronco mirando a las estrellas mientras acariciaba con ternura a su mascota. Pero aunque Alan la llamaba, ella no respondía. Era como si Lea se encontrase más allá de ese mundo. Pero al fin y al cabo no era del mundo de Alan... Pero durante un año se había hecho pasar por tal.
Decidió que no podía dejarla triste.
- ¡Señorita! - la llamó Alan mientras entraba en el jardín de la casa de su profe. Llevaba una linda florecilla que había crecido esa noche en su ventana: era de un tallo largo y verde esmeralda mientras que sus petalos lucían el bonito color malva que sabía que tanto le gustaba. - Te traigo un regalo, profe. - se cuela a su lado y trata de mirarla a los ojos. - ¿Te pasa algo profe? ¿Te encuentras mal? ¿Todavía estás malita? - con miedo, extiende la flor a su señorita. Se ha fijado en la humedad bajo los ojos cerrados de su profesora. ¿Habrá estado llorando?
- No, Alan... - su voz suena apagada. Ha llorado. - Sólo he estado pensando...
- ¿En qué?
Con delicadeza cogío la flor. La miró durante un minuto intenso y largo. Incluso la mirada de su perro parecía perdida. Él sí que olió la florecilla y se embargó por su delicioso aroma.
- En que ya no existe nada.
- ¿A qué se refiere profe? - Alan se sentó a su lado con la cabeza ligeramente ladeada a la izquierda a modo de más inri.
- Alan, cuando te vuelvan a decir que existen las ilusiones; te mienten. Todo en lo que creas es irreal e ilógico. Yo pensaba que podía cambiar el mundo con un poquito de mí y con un poquito de cabeza y ¡mírame! Muerta y en un lugar distinto al mío, tratando de ayudaros en lo que sea pero siendo más inútil que... Que... ¡No sé! ¡Que yo misma! Que no he sido capaz de dirigir mi vida en el buen sentido y aún menos de cumplir cualquier sueño porque ¡no existen! Todo son burdas mentiras sin lógica alguna. Así que, Alan, haz algo ya de lo que alegrarte y no vuelvas a tener ninguna esperanza más porque todo, absolutamente todo lo que tú desees, sueñes o aspires no existe. Ni tu felicidad ni tus conocimientos porque es absolutamente falso.
- Pero... Lea... - solloza el muchacho.
- No me llores. Eso tampoco sirve. Hay que acostumbrarse a estar triste y sin esperanzas para mejorar. Vete.
Mientras Alan se alejaba corriendo con lágrimas en los ojos para avisar a alguien, Lea destrozaba con las uñas la pequeña florecilla para que no le diese ninguna esperanza.

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