No huyan.

No teman de la oscuridad que aquí se pueda encontrar. No come a las personas, no las absorbe. Sólo formarán parte de un mundo loco.
Entre sin miedo.

lunes, 11 de octubre de 2010

Cuando el amor llama a tu puerta y no tienes fuerzas de responder...

Mis pasos me llevan a la casa de Valeria. Me llevan a ese chalet de paredes blancas tras la valla decorada con cipreses a medio crecer de un verde que alegra la vista. Se oye música y eso que todavía estoy a dos pasos de cebra. Los acordes de Auburn con su canción "La, La, La" provocan que mis pies den trompicones mientras caminan. Ya no sigo ni a Diana ni a Blanca. Me conduzco yo sola hasta la música.
Salto sin dificultad alguna la puerta pequeña de color blanco y me encamino por las piedrecitas hasta la entrada abierta. Me topo con mucha gente que no conozco de nada, ni les entiendo. Debería haber aprendido francés para comunicarme pero no quise. Ahora me arrepiento. He perdido de vista a mis compañeras pero no me preocupo, tengo otra misión en mente.
Cruzo el primer pasillo empujando a varias personas que me miran molestas. Salgo al pequeño patio interno con piscina, perfecta para las nevadas de Francia, donde parece que todo está más calmado. Me entran ganas de alejarme del bullicio y quedarme allí; sin gente, con unas suaves notas rozando el ambiente, un estado perfecto de relajación. Pero tengo que seguir, es una verdadera pena. Vuelvo a entrar en la casa y la música me vuelve a hinundar por completo. La gente con apariencia de modelos baila por todas las esquinas, no me deja avanzar. Me abro otra vez a empujones y recibo esa misma mirada asesina de antes. De golpe me choco con una muchacha un tanto alta, lleva tacones, y un bonito vestido blanco abierto pero los costados pero sin enseñar mucho gracias a una especie de cuerdas finas de cuero decorativas.
- ¡Mia! ¡Al fin llegas! - parece que me conoce. "One, two step" de Ciara pasa a ser la sucesora de Auburn. Contemplo otra vez a la chica, estamos en el pasillo y apenas la distingo gracias a la escasa iluminación. Pero... ¿de qué me suena? - Hace ya que tengo lo tuyo y además te tengo guardada otra sorpresa - me guiña el ojo. - Sígueme.
Pese a que su voz me suena aún no la reconozco, pero la sigo.
Me guía por el pasillo y la gente se va apartando a su paso. Me deja impresionada pero ya sé quién es ella. La anfitriona, Valeria.
- ¿Qué sorpresa? - pregunto. Me siento vulgar: voy en vaqueros largos, mis viejas y roñosas convers negras y una camiseta cualquiera.
- Ya verás - dice con su voz cantarina - pero te tendrás que arreglar... - sí, se ha fijado en mi indumentaria.
No dice nada más pero me lleva por la inmensidad de pasillos. Ese chalet es más grande de lo que parece a simple vista. Llegamos a un pequeño armario en pleno pasillo y se mete por completo dentro. Me quedo fuera a su espera dónde una pareja se está dando el lote a mi lado. Me siento ridícula entre tanta modelo y tanto semental con pareja. Cruzo los brazos en el pecho y me lo aplasto. Me siento la rara y la marginada. La mano de Valeria sale del armario buscándome. Extiendo mi mano para coger la suya, me tira hacía adentro. Ahí apenas se escuchan los acordes. Es el típico vestidor de toda casa adinerada repleto de estantes con zapatos, ropas y demás complementos. Mi amiga sujeta un vestido parecido al suyo pero no igual: el suyo es un poco más largo y se sujeta por el cuello con una espcie de banda aterciopelada negra; el mío, en cambio, es palabra de honor y con las tiritas de cuero negro en vez de marrón claro; tiene hondas por el corpiño. Es precioso. Al lado hay unos tacones negros sencillos, no hay mucho detalle de ellos. Los que moría de ganas de probar. En la otra mano sujeta una diadema negra doble y unos pendientes que parece ser que me ha cojido prestados. ¡Ah! Sí... se los dejé yo hace meses y jamás me molesté en pedírselos de nuevo.
- Te mato, - respondí - ¿cuánto cuesta todo esto?
- El precio da igual, hay que arreglarte. Ahí tienes dónde cambiarte - me señala un espacio entre un abrigo grueso blanco y una estanteria llena de zapatos - yo te esperaré fuera.
Me lio un poco con las cuerdas del vestido pero me lo logro poner, me queda mejor de lo que me esperaba. La canción se cambia por la de "I like it" de Enrique Iglesias. Me suelto el pelo y dejo que las hondas naturales de mi cabello se acomoden detrás de la bonita y delicada diadema negra. Me pongo los pendientes y me calzo los tacones. Me siento una princesa. Me observo en el espejo y me encuentro a una persona totalmente distinta a la que había venido a la fiesta. No me molesto en maquillarme más de lo que ya estoy: me gusta mi sencillez.
Salgo fuera y ahora los modelos me miran con asombro. Se preguntarán dónde está esa chica tan extraña que ha entrado antes y quién soy yo. Lo que hace arreglarse un poco, te quita complejos. 
Valeria me sonríe y me conduce a otra habitación.
Me siento como una diosa al recibir alguna que otra mirada de esa gente tan preciosa y sin prejuicios. Me siento como una griega divinidad. No me siento yo por una noche y me encuentro... bien. Es como si renaciese de unas horrendas cenizas y todo quedase atrás mientras yo parto hasta el Sol sin deslumbrarme por él, yo puedo brillar tanto como él o, incluso, más.
Entramos en la habitación dónde diversos sofás dan comodidad a varias personas. Apenas distingo a las personas de la sala ya que la luz es muy escasa y no les da de pleno en su cara. Me gustaría saber quiénes son.
- Mia, aquí tienes tu segunda sorpresa. - sonríe Valeria.
La música cambia a los relajantes y melancólicos sonidos de "Suicide" de Rihanna. Un chico avanza un paso y sonríe. La silueta de su blanca dentadura se conrasta con la oscuridad del cuarto. Noto que me falta el aire.
No creía capaz de enfrentarme a ÉL.

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