No huyan.

No teman de la oscuridad que aquí se pueda encontrar. No come a las personas, no las absorbe. Sólo formarán parte de un mundo loco.
Entre sin miedo.

martes, 22 de febrero de 2011

Quando le stelle cadranno dal cielo, tutto ha una luce strana.

"Cuando una estrella cae del cielo, todo tiene una extraña luz"
De la cual no nos damos cuenta hasta que ha llegado el momento. Porque somos seres ciegos ante los milagros y las perfecciones. Vivimos en tal mundo de ideales e indiferencias que todo nos es sumamente distante y desconocido ya bien pueda ser algo que vimos ayer o hace más de diez años. No somos capaces de percibir la hermosura de las cosas tal cual nos rodean, sólo vemos aquello a lo que nos han obligado a creer con nuestra edad. Por eso, los prejuicios no nos abandonan. ¿Quién no ha juzgado alguna vez a una persona sin haberla conocido? ¿Quién ha dicho que no ante una aventura sin tener ni idea de qué trata? ¿Quién no ha rechazado una carta de San Valentín por venir del - de la - desafortunado/a de la clase o del colegio? Sólo por estúpidos estereotipos...
Porque no somos capaces hoy en día de ver más allá de la máscara que es el cuerpo humano - u otros objetos opacos o, incluso, ideas - para adentrarnos en lo más profundo del alma y maravillarnos ante su hermosura. Las personas que sí lo hacen, que son capaces de leer en lo más profundo de su ser y contestan un energético "sí" a todo aquello que se les plantea y, al leerlo, lo encuentran interesante son aquellas que en el fondo sí disfrutan de la existencia. Porque vinimos a la vida para usarla y aprovecharla y no tirarla cual trasto viejo u hoja gastada y rallada por tonterías infantiles a la basura; vivimos para ver la belleza con nuestros propios ojos humanos los cuales ya no ven nada por su censura y las vagas ideas del horrible mundo en el que creemos vivir y nos han obligado a verlo con esta estúpida norma de: " no más de aquí". Por ello, cuando las estrellas caen sobre la tierra nosotros nos encerramos en nuestros cuartos con una consola, una televisión, un ordenador... Algo de ocio - jamás de cultura - porque nos parece tan sumamente tonto molestarse en ir a mirarlo, pensamos que perderemos nuestro "valioso tiempo" - ya que aún así lo malgastamos nosotros mismos solitos, sin ayudas ajenas -. Pero los que si van, los que saben apreciar lo hermoso en cosas pequeñas y prefieren perder el tiempo descubriendo tales cosas que encerrados, sabemos y disfrutamos de la lluvia de lucecillas extrañas y curiosas que caen sobre la superficie terrestre a nuestros pies.
Nosotros sabemos vivir de verdad. Por ello hermanos, coger mi mano y seguirme a más allá de la mirada, crucemos el umbral con los ojos bien abiertos y espectantes. Cegémonos con las luces del alba, respiremos aire sin preocuparnos de su aroma, sintamos el tacto del viento rozar nuestro cuerpo.
Juntémonos humanos, fusionémonos con aquellos que saben sentir la vida tal como es - cuando así se desea - maravillosa cuando los rayos de sol te rozan la cara inaugurando un nuevo y divertido día más. 

domingo, 6 de febrero de 2011

Fusionémonos.

Su violín sonaba con dolor y desesperación. Estaba sentada sobre la roca cerca del lago donde la había encontrado la últma vez. Su pelo negro ondeaba al viento soltando ligeras gotas de agua que resplandecían por brillo propio ante la luna llena que reinaba en la luz del claro. Podía sentir como ella tenía los ojos cerrados para disfrutar de cada nota que escapaba por sus manos, por sus dedos, por su dulce música.
¿Todavía estaría enfadada? Él sólo había hecho lo que su hermana menor le había pedido. Pero ella no quería volver... ¿O sí? Era la primera vez que veía alguien como él y se sintió extraño al notar sentimientos contradictorios a los suyos... O, incluso, iguales con diferentes matices. Si pudiese sudar, seguro que ahora mismo estaría empapado. Si pudiese sonrojarse, seguro que estaría rojo de vergüenza. Si pudiese hablarla, lo haría.
Piensa en dar un paso al frente pero sus rodillas tiemblan. Piensa correr pero una presión lo retiene. Cree poder rozarla en su distancia de cinco metros pero sabe, que aunque puede expanderse, sus moléculas acuosas se desharían al tocarla. Por un momento, recapacita sobre si a ella le pasa lo mismo cuando piensa en él. Pero, ¿qué dice? ¿Por qué tendría ella que pensar en él? Y, ¿por qué no? ¿Acaso no es lo suficientemente bueno para ella? ¿Quién se creía?
Estaba perdiendo la cabeza.
- Danna - la llama - ¿por qué no te vienes con nosotros? - su voz tiembla ligeramente al decir nosotros. Estaba harto de que Alex se llevase a todas las chicas de calle. Esperaba que con Danna, su encanto no funcionase. La quería para él solo. Sólo para él.
Al oír su voz, la música se distorsiona. Suenan unos acordodes que anuncian terror, miedo y odio. Se para de golpe y su cabeza gira ligeramente hacía él.
- Los de mi es... Nuestra especie no se relacionan con inmundes humanos.
Puede parecer idiota pero una ilusión crece en su pecho al escuchar que formaban de la misma especie. Eso podía darle oportunidades.
- Tu hermana sí que lo hace...
- Ella no es como yo. Además, le gusta que la necesiten. Sin el oxígeno que les da, no pueden sobrevivir.
- Los humanos son un setenta por ciento agua, Danna...
- Nosotros un noventa y nueve por ciento, Safiro. -  Su cuerpo se derrite ante sus ojos y se materializa en frente suya. Sus ojos color aguamarina son tan profundos como las profundidades del mar de donde viene y se esconde. - No somos humanos. Se creen que pueden controlarnos cuando a nosotros sólo nos gusta fluir y nadar. Nos gusta sentir la libertad en cada molécula de agua de nuestro acuoso cuerpo. - Sus manos juguetean con los blancos mechones de su agitado pelo. Cierra los ojos. Aún siente los de Danna contra su rostro. A Safiro le gustaría poder suspirar al sentir su manos fundirse con su pelo y colarse dentro de él. ¿Por qué se sentía así?
- Danna... - Nota como sus extremidades se vuelven acuosas. Piensa que se va a derretir ante su contacto. - ¿Qué... Qué me pasa? - Su voz comienza a llenarse del tono con sonido a agua que tanto le disgusta. Nota la presencia de Danna más cerca de su rostro, siente que sus manos se han fundido en completo con él. Sus nervios aumentan, su cuerpo se derrite con mayor rapidez. - ¿Qué... Qué m-me haces?
- Fusionémonos. Unámonos en uno. Fúndete con tu mismo ser, Safiro... - susurra la pelinegra contra la piel de su hombro. ¿Cómo ha llegado ahí? Pero si... - ¿No es lo que sientes? ¿No notas nuestra esencia juntarse?
No lo notaba. ¡Y tanto que lo notaba! Asustaba, daba miedo. Le gustaba. Le hacía sentirse vivo; su esencia, esa pequeña bolita interior que le hacía comprenderla, se expandía por su ser chocándose con otra alma acuosa. Chispas que saltaban hacía todos lados, roces y caricias eléctricas, aunque de forma contradictoria, los unían a ambos. La sentía tan cerca que casi podía admitir que latían al unísolo.
Y desapareció.
Dejándolo solo y desconcertado, abandonado y jadeando. 
El valle volvió a su oscuridad habitual.

domingo, 23 de enero de 2011

Cada vez que una luz del cielo se apaga, muere una ilusión.

Hacía meses que no veía a la profe. Le habían dicho que estaba malita y se encontraba mal pero ya debería haberse curado. La echaba de menos. Ya no se podía calentar bajo los brazos de la señorita Lea. Ella era la única del pueblo que podía entenderlo cuando nadie lo hacía, ella lo cuidaba con esmero y le daba esperanzas e ilusiones para seguir jugando y luchando por vivir y respirar.
Aunque sí la veía cada día sentada en la base de un tronco mirando a las estrellas mientras acariciaba con ternura a su mascota. Pero aunque Alan la llamaba, ella no respondía. Era como si Lea se encontrase más allá de ese mundo. Pero al fin y al cabo no era del mundo de Alan... Pero durante un año se había hecho pasar por tal.
Decidió que no podía dejarla triste.
- ¡Señorita! - la llamó Alan mientras entraba en el jardín de la casa de su profe. Llevaba una linda florecilla que había crecido esa noche en su ventana: era de un tallo largo y verde esmeralda mientras que sus petalos lucían el bonito color malva que sabía que tanto le gustaba. - Te traigo un regalo, profe. - se cuela a su lado y trata de mirarla a los ojos. - ¿Te pasa algo profe? ¿Te encuentras mal? ¿Todavía estás malita? - con miedo, extiende la flor a su señorita. Se ha fijado en la humedad bajo los ojos cerrados de su profesora. ¿Habrá estado llorando?
- No, Alan... - su voz suena apagada. Ha llorado. - Sólo he estado pensando...
- ¿En qué?
Con delicadeza cogío la flor. La miró durante un minuto intenso y largo. Incluso la mirada de su perro parecía perdida. Él sí que olió la florecilla y se embargó por su delicioso aroma.
- En que ya no existe nada.
- ¿A qué se refiere profe? - Alan se sentó a su lado con la cabeza ligeramente ladeada a la izquierda a modo de más inri.
- Alan, cuando te vuelvan a decir que existen las ilusiones; te mienten. Todo en lo que creas es irreal e ilógico. Yo pensaba que podía cambiar el mundo con un poquito de mí y con un poquito de cabeza y ¡mírame! Muerta y en un lugar distinto al mío, tratando de ayudaros en lo que sea pero siendo más inútil que... Que... ¡No sé! ¡Que yo misma! Que no he sido capaz de dirigir mi vida en el buen sentido y aún menos de cumplir cualquier sueño porque ¡no existen! Todo son burdas mentiras sin lógica alguna. Así que, Alan, haz algo ya de lo que alegrarte y no vuelvas a tener ninguna esperanza más porque todo, absolutamente todo lo que tú desees, sueñes o aspires no existe. Ni tu felicidad ni tus conocimientos porque es absolutamente falso.
- Pero... Lea... - solloza el muchacho.
- No me llores. Eso tampoco sirve. Hay que acostumbrarse a estar triste y sin esperanzas para mejorar. Vete.
Mientras Alan se alejaba corriendo con lágrimas en los ojos para avisar a alguien, Lea destrozaba con las uñas la pequeña florecilla para que no le diese ninguna esperanza.

domingo, 16 de enero de 2011

¿Ves el final del túnel? ¿No? Yo tampoco.

El sueño se ha vuelto oscuro a mi alrededor. Estoy sola en este entorno hostil sin salida alguna a ninguna parte. No la veo, tengo miedo. La Esperanza se marchó con la Ilusión a comprar Felicidad... No han vuelto todavía... ¿Qué les habrá pasado? Me prometieron que no me dejarían sola a merced de las horribles Ira, Dolor, Rabia y Desesperación... Que la fiesta no se iría con ellas sin mí. ¿Por qué no vuelven?
Y eso es lo que me produce este miedo inexplicable. ¿Estoy sola? ¿Abandonada? O, quizás, sólo son imaginaciones mias... No sé, no sé... Parece tan real que siento como la negrura se introduce en cada poro de mi piel y oscurece cada órgano de mi cuerpo. Me da frío. Me da terror. Me da... Gusto.
Se supone que tal sueño como es éste debería ser feliz y de colorines mas, es amargo y oscuro. Me marea y me distrae. Parece que subí a una montaña rusa sin cinturón y que a cada curva que dé, corro el riesgo de caerme de la atraccíon y precipitarme al vacío. O, tal vez, símplemente me he fumado el porro mal. Debería haber comprobado si la marihuana era bueno, si era de fiar; o quizás habrá sido por pegar el papel de periódico - con el que lo he liado - con superglú; y debería haberle pedido al "camello", ese señor tan raro con un tick en el ojo izquierdo y mirada extraña, que me explicase cómo se fumaba; por un lado ya sé que no.
A voz de pronto veo luces. Pequeñas e incandescentes bailarinas naranjas que guían y siguen mis pasos como alumbrándome en la oscuridad; pero son tan débiles para mostrármelos que todavía no encuentro una buena salida a ese tubo oscuro. Mis andares se guían por lo que mi cerebelo pueda decirme y los pasos a ciegas me acompañan. No noto nada al rededor mía, es como si no hubiese paredes cerca, no puedo concretar la distancia pero tal vez sí hay. O quizás no. Seguramente estoy en aquel lugar llamado limbo, al cual van los bebes recién nacidos que están sin bautizar - según los idiotas cristianos que se creen superiores a los demás por su bautizo - o el lugar en el cual los Dioses griegos reposaban mirando a los tontos mortales con aires de divinidad.
Pero... ¿¡Qué es eso!?
Una luz de golpe me ciega al final de este oscuro callejón.
Uso mis pocas fuerzas restantes para alcanzarla lo antes posible. Mis gemelos me queman pero las ilusiones no los paran. Y de golpe una idea me para los pies... ¡El cielo! Estoy muerta, este debe ser el puente oscuro que te lleva a su entrada. O no, no quiero morir. No estoy preparada. No he hecho nada para merecer esto. Por favor, Dios perdóname.
Sigo andando hacia la luz traicionera sabiendo que así podré pedírselo a la cara y que me perdone.
Mi corazón late con fuerza. ¿Mi corazón? Entonces... No puedo estar muerta. ¿O sí?
La luz me ciega por completo. Mi pulso se acelera. La atravieso
Miro a mi al rededor. Pero... ¡coño! ¡Si estaba en un túnel en la carretera!

miércoles, 5 de enero de 2011

Mentiras.

Otra sonrisa; falsa, como no. Se la devuelven; sí, con los ojos. No hay más gestos, más palabras. Su tiempo se acabó al tocar las doce el reloj de pared. Paró al terminar la fiesta, al caer todos dormidos y sólo quedar ellos en pie.
Guardan silencio, nadie habla. El ambiente es demasiado espeso, incómodo, extraño. No quieren decir la verdad, no desean aflorar sus deseos más profanos. Son sólo los tres, las tres personas que desearon jamás encontrarse: todo un peligro. Cual triángulo problemático de las típicas parejas que siempre terminan felices en las películas de comedia romántica; sí, esas tan falsas que no se asemejan ni en el color de la vida a la reliadad. Toda una burda mentira.
- ¿Qué hacemos? - ajeno a la escena que concurre a su al rededor trata de animar el ambiente. Pobre infeliz.
- ¿Qué quieres hacerm... hacer tú? - dice provocativa y con voz melosa la chica de pelo corto moreno situada a su izquierda. Se sienta sobre sus piernas en el sofá para tener más comodidad a la hora de echarse sobre el muchacho. Se apoya en su hombro y roza con la punta de su nariz la mejilla de este. Juega sucio, muy sucio.
La chica restante les mira tras los mechones de su desordenado pelo castaño. Juega a rizar las puntas para darle aire informal a la necesidad que tiene de levantarse y gritar odo, de expulsar afuera todo el miedo y la mentira. Descubrirlos. Está sentada a la derecha del muchacho y observa con atención la sonrisa falsa de la morena; le parece ridícula. Es un estorbo en su plan, pero un divertido juguete. Alguna que otra mentira más.
- Algo que podamos hacer los tres... - dice el incómodo muchacho - A tí, ¿qué te apatece?
Se ha dirigido a la callada, a la derecha. A la extraña. A la distante. Pero ella no le habla, al menos le mira. La verdad es que no ha movido sus labios desde que entró por la puerta de esa estúpida fiesta. Sólo muestra una sonrisa carente de emociones que la hiere emocionalmente tan fuerte que la deja al borde de la inconsciencia, pero ella es demasiado fuerte para poder hundirse; y menos ahora. La verdad le oprime tras los dientes, desea salir y poder inspirar aire puro. Forman parte de un acertijo de mentiras y verdades escondidas tras los corazones inservibles de los seres humanos, si así se pueden llamar, que tirados en el suelo descansan sin darse cuenta de la tensión que se es capaz de inhalar en el ambiente. Los deseos de la castaña son tan locos, tan profanos... tan atrevidos.
- ¿Que qué quiero yo? - sonríe. - Es muy simple, hasta lo vaís a entender. Además, sólo precisa de unos pocos segundos... - roza el filo del cuchillo escondido entre los pliegues de su extraña falda.
Está lista para decir la verdad.
Y la suelta. Las verdades se deslizan cual la hoja del cuchillo por las gargantas de los dos presentes. La morena, muerta al suelo cae. El chico, con cortes leves pero demasiado asustado para hablar. Se levanta y se sienta sobre la morena. Los ojos del incordio están abiertos a todo su tope y mira sin mirar con un horror inconfundible a su asesina la cual, con sumo cuidado, desliza la hoja por el rostro de esta y redondea los labios: se los arranca. Los tira. Una mentirosa menos.
Se acerca con cuidado al chico que se hace un ovillo tratando de ser pequeño en el sofá. Se sienta con cuidado a su lado y con, solamente, la punta le roza la columna vertebral. Sigue su forma y nota el escalofrío del joven.
- ¿Por qué no decimos la verdad? Sé que quieres saberla... - apoya su pecho sobre la espalda del joven y se amolda a su cuerpo: trata de ser una bola a su al rededor, como él. Presiona el cuchillo contra su nuca y lame el pequeño rastro que la sangre deja. Le resulta tan atractivo el férrico sabor de la sangre que cae en la tentación de absorver cual vampiro mitólogico. Pero ella no se derrite al ver el sol o cruces. No arde al entrar a las iglesias. Pero sí es inmortal, como ellos. - La verdad es que te quiero. Pero juegas de pena.
Una presión más certera.
Adiós muchacho.

martes, 21 de diciembre de 2010

Metal Heart

Mis pasos resuenan por el pasillo del hospital, oigo el sonido de mis botas con la suela de metal sobre el frío e "impoluto" suelo de ese horrible centro donde está ingresada Kira, o lo que queda de ella. O lo que la unión dejó de ella. El sonido del papel al arrugarse se suma al de mis botas; si mi cabello pudiese emitir sonido al chocar con mi rostro, serían un estruendo por su ligero y tranquilizador vaivén. Como se nota que su movimiento no refleja nada de mi interior, no deja que la gente se empatice con mis sentimientos contradictorios, con esa vocecilla al fondo de mi alma que me dijo que trajese a mi cita con Kira mi daga de plata. El filo del metal parece ser más pesado que cualquier metal que en la vida pudieses imaginar, debe ser más pesado que el suyo. Por unos momentos recuerdos sus dedos rozando mis mejillas, su tacto es tan frío como lo es su brazo metálico. Recuerdo haber acariciado su pierna y haber sentido el mismo tacto áspero. Y me daba igual. Yo la quería aunque "el experimento B" se llevase su parte izquierda. Es más, yo era su asistente a la hora de la rehabilitación. Todavía soy capaz de oír su llanto, todavía saboreo el sabor salado de sus lágrimas; pero sólo de su ojo derecho. Pensar que hasta hace unos días pensaba que Kira tenía dos ojos... Un ojo violáceo con azul y el otro negro cual ónice. Tal vez es así porque esa piedra fue usada para su ojo robot. Pero esto ya era muy fuerte.
- Oh, Erick... - susurra una voz a mi espalda. - ¿Vienes a ver a Kira? - el tono meloso de Erika es realmente inconfundible. No hace falta que me gire a verla, sé que es idéntica a su hermana gemela; una ironía, ¿no? Sólo que ella no está al borde de la muerte, ya lo está. - ¿Has encontrado algo interesante en la cabaña de Hayley? Sabrás que está mal mirar cosas ajenas ¿verdad, chico malo? - Sus manos se cuelan por los pliegues de mi capa y rozan mi espalda. Su tacto es cálido, contrario a su hermana. Todavía me produce escalofríos pero en su momento elegí y me quedé con Kira aún con sus defectos. Ahora no sé que pensar. Oigo a Erika ronronear en mi oreja, noto sus labios en mi oreja.
Desaparece.
Me deja sólo en el pasillo con su calor recorriéndome por todo el cuerpo. Por un momento hubiese gritado un "Bésame" tan fuerte que cualquiera pudiese haberme malentendido pero ella sí que lo habría entendido. Pero mis labios han sido reservados para otro cuerpo cerca de la muerte.
Habitación 212. La habitación de Kira.
Y entro. Por un momento la luz me ciega y no soy capaz de ver la carita de ángel de Kira tumbada en la cama, inerte. Doy unos golpecillos en la puerta para que vuelva a la realidad: su espalda se arquea, sus ojos al máximo se abren y, con un rápido y ágil movimiento, me mira. Sus ojos son penetrantes y siento como trata de leerme el pensamiento mas no puede pasar por mis ojos azules, ahí se queda. Una sonrisa suya se asoma entre sus blancos dientes y por un momento siento el impulso de lanzarme a su lado para cuidarla como antes. Pero en mis labios no se asoma nada, no hay emoción ya ni en mi rostro ni en mi cuerpo. Es como si todo se hubiese ido al leer esos horribles papeles que Hayley tan bien había guardado.
Me siento al borde de la cama, hinco mis codos en mis rodillas y pongo la nariz a la altura de mis manos entrelazadas. A su vista, sólo ve mis ojos. Y yo sé que mi sombría faz la asusta, no quiero sonreír.
- ¿Qué te pasa, Erick? - su voz angelical me envuelve por completo, me aturde.
- ¿Qué te pasa a tí, Kira? ¿No tienes algo que contarme? - mi voz suena tan fría y calculadora que ya no se asemeja a la mía. - Enséñamelo.
- ¿El... El qué? - su voz tiembla. Su controlador cardiaco indica que sus pulsaciones están al máximo.
- Ya sabes el qué. - lanzo los papeles que tanto horror me habían producido sobre la cama, sobre sus piernas. - La razón por la que estás... - ella me calla.
- No quiero enseñártelo. Ni lo haré jamás.
- ¿Por qué?
- No es divertido enserñar...
un corazón robótico.

¿Cómo ser feliz?

¿Qué necesita una persona para ser FELIZ?

· Estar sano.
Estar "sano" puede significar mucho: estar sano psicológicamente o estar sano físicamente. Ambas son imprescindibles pero... ¿eso no nos convierte en una misma entidad?¿La locura de una persona no la hace distinguida de los demás? Y a lo físico... ¿una persona con una minusvalia no puede ser feliz?
· Querer y que te quieran.
El amor es taaan necesario.
Perfectamente puedes amar pero no ser correspondido. Puedes enamorarte de la persona equivocada y al final terminar tus días con un: "Y qué hubiese pasado si..." ¿es eso felicidad?¿Es acaso felicidad enamorarte de una persona que sabes que nunca va a considerarte por igual?¿Es felicidad creer que nadie te ama cuando, puede ser, para alguna persona estas ocupando su corazón hasta dañarla?
· Cuidar las Relaciones.
Ya bien sean las amistades, la familia o la pareja todo se basa en tu comportamiento. Estamos obligados a tratar en cierta forma a las personas se amolde o no a nuestro carácter. Ser una persona criticona, mandona, irrespondable, e hipócrita no ayuda en tus relaciones. Pero, tampoco lo ayuda la sumisión y la pasividad. Todos somos como somos pero nunca nos comportamos con tales.
· Formación.
Profesional o no estamos obligado a formarnos en algo para llegar a ser alguien. Por este caso, si la vida son dos días pasamos uno estudiando y el otro trabajando. Estamos en un ciclo, del que no podemos escapar, en que lo único que nos importa es ser el mejor para tener un buen trabajo que consuma nuestra vida e ilusiones para, pese a todo el dinero, no pensar en lo desgraciado que te sientes.
Todo esto es un ciclo vicioso, ¿eh? Nos engañan diciendo que la felicidad esta a nuestro alcance; a sólo un estirar de mano pero no nos dicen que nunca la lograremos alcanzar. El ser humano es vicioso por naturaleza y siempre quiere más y más sin poder evitarlo. Nunca estamos a gusto. Nunca encontraremos eso llamado "felicidad" si nos ponemos metas tan altas que no podeos ver ni el sendero que nos acerca a ellas.