Gritos y gritos sin nada que contar desde el momento presente hasta el segundo en el que cesen y abandonen la fría estancia dejándolo todo vacío y abandonado a su paso. Te llevas las manos a la cabeza pensando que así, tal vez, los ruidos acaben con un susurro y no resurgan otra vez. Que equivocado estás... Ellos persiguen tu presencia a cada paso que te arriesgues a dar. Están unidos a tu cabeza para que jamás de olvides de cual es tu camino a seguir: el de la vergüenza. Admítelo, te gustaría olvidar todo lo que turba cada sentimiento positivo imponiéndose sobre él el negativo para aniquilarlo por completo y hacerse notar; lo siento, todavía no conozco remedio alguno sobre cómo huir del dolor que aquellos recuerdos vagos e incoherentes, horribles y sacrificados pero sin morir, te producen en cada una de las extremidades.
No llores, vamos, relájate.
Lo mejor que puedes hacer en estos momentos es acunarte en tus propios brazos y susurrar palabras de ánimo para pensar que podrás escapar y esconderte de ellos. Alza tus acuosos ojos al cielo negro como el carbón que, encendido, prende tu interior; míralo con desespero y siente cómo, cualquier rayo de sol, se introduce en tus poros exteriores, cómo la luz se expande en cada una de tus moléculas. Vuelve a sentirte vivo una vez más.
No podremos quitarte la cabeza para que dejes de pensar; no podremos borrarte los malos momentos porque ya no quieres aprender de ellos otra vez ya que ya lo hiciste hace tiempo, cuando todo pasó; no podremos hacer nada para mejorarte pero sí que podemos darte algo mejor que eso: salvarte. Un poco, sí. Pero mejor una media sonrisa que morirte de asco eternamente, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario